Estados Unidos volvió a poner a Venezuela en el centro de la tormenta. El expresidente Donald Trump ordenó el despliegue de tres destructores de guerra, con más de 4.000 soldados, submarinos, aviones espía y acorazados, hacia aguas del Caribe, muy cerca de las costas venezolanas.
La Casa Blanca insiste en que se trata de una estrategia para frenar el narcotráfico que, según ellos, entra a su territorio desde América Latina. “Estamos dispuestos a usar todo nuestro poder”, dijo la portavoz Karoline Leavitt, dejando claro que Washington no descarta la fuerza militar.
El movimiento no llega solo: Trump firmó una directiva secreta que autoriza al Pentágono a usar armas contra carteles a los que ya califica de organizaciones terroristas, como el Tren de Aragua en Venezuela, la MS-13 en El Salvador y varias mafias mexicanas.
Al mismo tiempo, el Departamento de Estado aumentó la recompensa por Nicolás Maduro a 50 millones de dólares, acusándolo de ser jefe del Cartel de los Soles. Una cifra que lo pone en la mira directa de Washington.
La respuesta de Caracas fue inmediata. Maduro ordenó movilizar cuatro millones de milicianos de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, activando planes de defensa en todo el país y asegurando que lo que busca Estados Unidos no es combatir la droga, sino preparar el terreno para una intervención.
